Al ritmo al que al día de hoy avanza la tecnología hablar sobre el futuro de cualquier tecnología es en cierto modo jugar un poco a la bola de cristal, pero lo que no cabe duda es que la impresión 3D supone una evidente modificación en muchos procesos industriales que hasta el momento eran exclusivos de grandes empresas.
La que podríamos denominar como fabricación digital implica un cambio de modelo trascendental en el cual la opción de la cercanía al consumidor final derrota la eficiencia de la gran fábrica en cadena, heredera aún de la revolución industrial del siglo XIX. Asimismo la enorme versatilidad y la gama de posibilidades de cualquier impresora 3D y sobre todo el futuro desarrollo de nuevos materiales abre una infinita cantidad de posibilidades tanto para la creación de prototipos como de productos finales.
Hay incluso quien asegura que pronto habrá una impresora 3D en cada hogar.
Es muy significativo comprobar como uno de los factores que más están potenciando el éxito y desarrollo de la impresión 3D es la existencia de una comunidad muy potente, de miles y miles de personas que a través de Internet están compartiendo conocimiento y nuevos proyectos en espacios de trabajo colaborativo online. Este es un sector que además ha despertado el interés de muchos inversores y fondos de inversión, así como ha sido sujeto de varios proyectos de crowdfunding en las diferentes plataformas creadas al efecto.
Algunas de las aplicaciones que estamos viendo ya y que pueden suponer apertura de nuevos mercados son la fabricación de prótesis, la impresión de ropa y calzado, juguetes, circuitos electrónicos, piezas de repuesto, etc. Lo que no cabe duda es que aún estamos en las fases muy iniciales del desarrollo de esta tecnología los retos de futuro y las posibilidades no parecen tener límite.
Resulta de capital importancia en este sector la evolución en el tipo de materiales susceptibles de ser modelados por una impresora 3D. Si en una primera fase esta opción estaba limitada al plástico termofusible, con el desarrollo de la impresión en carbono o incluso en metal, nuestra percepción de las posibilidades de estas herramientas ha de transformarse radicalmente.
La impresión 3D es buen ejemplo acerca de qué forma el modelo de autofabricación podría dar el relevo al modelo industrial, que ha prevalecido en los últimos doscientos años. Cuando cada hogar y cada empresa dispongan de una impresora 3D, muchos de los aparejos y repuestos, que ahora es preciso adquirir, van a poder ser impresos de forma directa sin desplazarse, ahorrando energía y dinero en todo el proceso de producción, transporte y comercialización. Teniendo presente que una impresora 3D es básicamente un robot, cuando la robótica siga con su evolución natural y aprovechando capacidades como la autorreplicación, la industria alcanzará un proceso de descentralización, contrario al ocurrido a lo largo de la revolución industrial, que dejará recobrar modelos de desarrollo más sustentables, mejorando tanto la vida de las personas como el estado del medioambiente.
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